El presbítero e historiador Fray Sabino Quijano destaca la influencia en México de la Orden de San Agustín, a la cual pertenece León XIV, el nuevo Papa de la Iglesia católica.
Su legado, en el transcurso de los siglos, ha permeado en la educación, la arquitectura, la historia e, incluso, la gastronomía, pondera en entrevista.
La orden, fundada en 1244, llegó a la Nueva España en 1533, y su legado es grande, asegura Quijano.
"Está el legado arquitectónico, el documental, el bibliográfico también, que es muy importante.
"Pero la herencia agustiniana abarca desde la gastronomía (con ejemplos como los chiles en nogada o el manchamanteles), hasta la confección de gramáticas para el aprendizaje de las lenguas", detalla el presbítero, miembro del Instituto Histórico de la Orden de San Agustín y encargado del Archivo Histórico de la Provincia Agustiniana de Michoacán (Apami).
De sus personajes célebres en la historia de México, destaca a fray Alonso de la Vera Cruz, quien en el siglo 16 defendió ante la Corte Real de España y sus consejeros jurídicos los derechos de los indígenas y se opuso a que los maltrataran.
"Es muy interesante la obra de fray Alonso, que pocos conocen, pero fue fundamental en el siglo 16 para defender y para poner en un lugar digno la figura de los indígenas".
Además, fue uno de los filósofos más destacados de la Nueva España, pondera, por su parte, Alfredo Ávila, académico del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM.
Cuando llegaron a estas tierras, recuerda, los dominicos y los franciscanos llevaban casi una década de evangelización en territorio mesoamericano, de modo que les correspondieron zonas distantes o complicadas.
"Fueron a Hidalgo y luego a la entrada de la Huasteca (...) Hacia el sur, tuvieron que ir a lugares como Chilapa, que en aquel entonces eran muy inaccesibles para la mayor parte de la gente -si hoy mismo las sierras de Guerrero son de difícil entrada, imaginemos en el siglo 16-. Sin embargo, la Orden resultó muy beneficiada porque Vasco de Quiroga los llamó para establecer conventos en Michoacán".
En la Nueva España, añade Ávila, hubo dos provincias de agustinos -así se llaman sus divisiones administrativas-: la de México y la de Michoacán.
"En Michoacán, la orden floreció muchísimo, porque pronto se vinculó con las oligarquías criollas locales, tanto en Valladolid (hoy Morelia) como en Guadalajara. Eso hizo que la Orden fuera tremendamente rica.
"En la Ciudad de México y en Puebla, dependientes de la provincia de México, también se crearon colegios, seminarios y noviciados; el colegio más importante fue el de San Pablo, por el barrio de La Merced, y el convento de la Ciudad de México, entre Uruguay e Isabel la Católica, el templo de San Agustín que durante muchos años fue sede de la Biblioteca Nacional de México".
No obstante a su gran legado, asegura, es la Orden menos estudiada en el país.