El hallazgo de restos humanos en un domicilio donde vivió brevemente Gustavo Cerati, estandarte universal del rock, desató un sinnúmero de teorías conspirativas, pero la realidad es más cruda: se trata de un adolescente que desapareció en 1984 y nunca tuvo justicia.
El 20 de mayo pasado, un grupo de albañiles se topó con restos óseos al excavar para construir los cimientos de un muro en la vivienda ubicada en la calle Congreso 3748, en el barrio Coghlan. Inmediatamente dieron aviso a la policía.
Entonces, un grupo de peritos analizó los 150 fragmentos de huesos para determinar si eran humanos; el resultado fue positivo. Cuando la noticia se hizo pública desató una ola de memes sobre el rockero argentino, que desviaron la atención sobre el verdadero asesino.
Esto porque la propiedad funcionaba como chalet, y a principios de siglo fue rentada por el fundador de Soda Stereo, quien hizo trato con la artista plástica Marina Olmi, hermana del actor Boy Olmi.
Sin embargo, los investigadores apuntan a uno de los compañeros de la víctima, quien sigue libre y todavía vive en la escena del crimen, dado que el crimen ya proscribió.
Diego Fernández Lima era jugador de futbol y aficionado de las motocicletas cuando tenía 16 años, en 1984. El 26 de julio de ese año se despidió de su madre con normalidad, pues había quedado ir a casa de un amigo. Fue la última vez que lo vieron.
"Al día de hoy, mi madre no quiere desinstalar el teléfono de línea y vive mirando la ventana", comentó Javier Fernández Lima, hermano menor de Diego a La Nación.
Esto porque la policía nunca investigó a profundidad la desaparición del adolescente, porque consideraban que se había fugado con su novia. La familia nunca aceptó esa versión y lo buscó sin cansancio.
Incluso el padre Juan Benigno Fernández Lima murió sin saber nada de su hijo, en un accidente de automóvil precisamente en la calle donde yacía enterrado Diego.
El último que tuvo contacto con el joven fue su compañero Norberto Cristian Graf, descrito como alguien muy introvertido que no era amigo de la víctima, pero sí compartían la pasión por las motos.
Actualmente es un hombre de 58 años que vive con su esposa e hijos en el domicilio donde ocurrió el asesinato, y se ocultó el cadáver.
Para reconstruir el vínculo entre la víctima y Graf se tomaron declaraciones testimoniales a varios compañeros de la escuela secundaria que compartieron curso con ellos (Escuela Nacional Técnica (ENET) N°36).
Los testigos dijeron que no eran amigos, pero que a ambos les gustaban mucho las motos y tenían ese punto en común.
En el lugar fueron hallados, además de los huesos, restos de ropa (mezclilla y cuero), así como un reloj y una corbata. Todo enterrado a escasos 60 centímetros de profundidad.
El Equipo Argentino de Antropología Forense determinó que había una "lesión cortopunzante a la altura de la cuarta costilla derecha y lesiones en miembros inferiores y superiores con, posiblemente, otro tipo de arma que probablemente se puede asociar a un intento de manipulación del cuerpo”, según el reporte de 12TV.
Sin embargo, el delito ya prescribió por lo que no habrá consecuencias legales. La familia aún mantiene la esperanza de tener justicia, para lo que comenzaron una batalla legal para reformar la ley sobre homicidios.