Yanireth Israde González
Agencia Reforma
El fotógrafo brasileño Sebastiao Salgado, fallecido este viernes a los 81 años, andaba a pie, entre recovecos, curvas y bifurcaciones. Entre más tardaba en llegar a un sitio, más profundo calaba su mirada.
"La esencia muchas veces está en las curvas, en las vueltas que das, no en la línea recta", decía el artista, quien viajó de Ruanda a Indonesia y de Guatemala a Bangladesh para evidenciar las desigualdades del mundo a través de sus imágenes, siempre en blanco y negro.
Verle trabajar, le dijeron alguna vez, era como contemplar cómo crece la hierba.
"Salgado no es un fotógrafo de 'pisa y corre' que hace imágenes desde un helicóptero y pasa a la próxima locación. Labora con sosiego. Sus series suelen tomarle unos siete años de producción en decenas de países", escribió el académico y crítico Oscar Colorado en el ensayo Sebastiao Salgado. Entre la fama y la sospecha.
Una leucemia, consecuencia de la malaria que contrajo en 2010, cuando recorría el mundo para su proyecto Génesis, fue la causa del fallecimiento de Salgado, de acuerdo con reportes de agencias internacionales.
Las fotografías de Salgado son, ante todo, actos de resistencia, consideró el periodista y documentalista brasileño Eufrate Almeida.
"No se limitaba a hacer fotos. Veía, sentía y era testigo. Su obra iba mucho más allá de la estética; era una inmersión ética y existencial en el alma de aquellos a los que rara vez se ve: emigrantes sin hogar, trabajadores anónimos, víctimas silenciosas de guerras y catástrofes, todos ellos encontraron en la mirada sensible de Salgado un espejo de su dignidad y un grito contra el olvido".
Las fotografías más famosas de Salgado muestran el lado más oscuro de la vida en comunidades de refugiados y trabajadores de todo el mundo, como las imágenes que captó en 1986 de los mineros de Serra Pelada, en Pará, escarbando en la tierra como si fueran hormigas.
Vivir con coherencia
Aunque desde los años 90 ya figuraba entre los grandes nombres de la historia de la fotografía, como el francés Henri Cartier-Bresson o el checo Josef Koudelka, Salgado desarrolló su obra otros 40 años más, destacó el también fotógrafo brasileño Lalo de Almeida.
"No sólo estaba atento a los grandes temas de la humanidad, sino conseguía hacerlos visibles en estos grandes proyectos de documentación, que le permitían profundizar en ellos", puntualizó acerca de series como Trabajadores, Éxodos y la referida Génesis.
Salgado, galardonado con el entonces Premio Príncipe de Asturias (1998), postulaba que la fotografía no solo era su vida, sino su "forma de vivir con coherencia".
Si como fotógrafo transitó territorios sinuosos, también hizo rodeos en sus trayectos vitales. Su decisión de convertirse en fotógrafo, por ejemplo, no fue una línea directa, sino un viraje.
Se formó como economista y obtuvo una maestría en la Universidad de Sao Paulo en 1968 y un doctorado en esta disciplina de la Universidad de París en 1971.
"Descubrí la fotografía por casualidad. Mi esposa (Lélia Wanick) es arquitecta, cuando éramos jóvenes y vivíamos en París, se compró una cámara para tomar fotos de edificios. Por primera vez miré a través de una lente, y la fotografía de inmediato comenzó a invadir mi vida", relataba.
Su trabajo como economista en la Organización Internacional del Café en Londres le demandaba realizar frecuentes viajes a África, y su deseo de documentar sus recorridos afianzó su interés por la fotografía.
"Cuando me instalé en Inglaterra y desde ahí empecé a viajar a África por mi trabajo, la fotografía me proporcionaba más placer que los informes que debía hacer. Así que un día me metí con Lélia en un barquito de un estanque en Hyde Park y lo discutimos durante horas.
"Tenía una invitación para ser profesor en la Universidad de Sao Paulo, otra para trabajar en Washington en el Banco Mundial; para un joven economista era un futuro fabuloso", rememoraba. Optó por la fotografía.
En sus primeros trabajos documentó, principalmente, injusticias sociales y luego retrató la naturaleza en proyectos como Amazonia, hasta convertirse en ambientalista y fundar el Instituto Terra en Minas Gerais, Brasil.
Sembró la tierra con el abono de la desesperación:
"Había presenciado horrores tan indescriptibles en Ruanda que llegué a sentir vergüenza de ser parte de la humanidad", evocaba en un documental emitido por la cadena Rede Globo.
"Cuerpo y alma enfermaron, llevándolo a retirarse a la granja de su infancia, que había heredado de sus padres. En lugar de la esperada selva tropical, se encontró con un paisaje árido y devastado. ¿Sería viable plantar pasto y criar ganado en este lugar, como lo hacía su padre? Lélia, la mujer de Salgado, tuvo otra idea: "Debemos replantar el bosque que existía aquí antes."
Salgado registró más de 600 hectáreas del terreno como reserva natural privada y, en 1998, fundó la organización no gubernamental Instituto Terra para administrarla. Desde 2023, la organización recibe apoyo de Alemania a través del banco de desarrollo Kreditanstalt für Wiederaufbau (KfW)", de acuerdo con el medio Deutschland.
"Estoy a la puerta del paraíso", decía Salgado en febrero pasado, cuando presentó en México la exposición Amazonia en el Museo Nacional de Antropología, en vísperas de sus 81 años, que cumplió el 8 de febrero.
La "puerta del paraíso", finalmente, se abrió.