TABASCO. Cuando el reconocido fotógrafo de las izquierdas tabasqueñas, Tomás Rivas, le dio la oportunidad de ingresar al cuarto oscuro, ese espacio adecuado para revelar las fotos de rollo, Jaime Arturo Ávalos Gómez se maravilló. La magia de la imagen impresa en papel lo atrapó. En ese momento, decidió que se dedicaría solamente a la fotografía y a nada más que eso.
Desde entonces ha retratado de todo. Desde procesos migratorios, desastres naturales y el acontecer sociopolítico de Tabasco, hasta las maravillas que hacen único al Edén, han quedado inmortalizadas desde su lente. Hoy es un fotoperiodista consagrado, un referente para las nuevas generaciones que ha sido premiado con distinciones estatales, nacionales e internacionales.
“Nací en Tenosique, por ahí pasa el río más caudaloso de México, siempre me preguntaba hasta dónde llegaba ese río, dónde terminaba y cuando llegue a la universidad, luego comencé a trabajar, y aquí, me di cuenta que pasaba por Centro, entonces comencé a fotografiar”, relata, sobre cómo el agua forma parte de las inquietudes de su más profunda infancia.
Ingeniero en Agroalimentos por la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (UJAT), una carrera que, admite, estudió para darle gusto a su mamá, Jaime Ávalos fue este 2025 nuevamente incluido en una antología de fotos para la serie fotográfica "El México de los Mexicanos, Tomo III", convocada por la Fundación Banamex, la cual le otorgó una mención honorífica a su trabajo.
La obra del popular "Jimmy" que fue galardonada por este importante certamen nacional muestra al Tabasco paradójico. Su imagen proyecta a un grupo de pescadores, ejerciendo su labor al atardecer, pero teniendo como telón de fondo las plataformas petroleras que se levantan en las costas de un estado rico en hidrocarburos.
La lente de Jaime ha capturado los verdes parajes de Tabasco, sus ríos, sus playas y sus comunidades; ha visitado los 17 municipios de la entidad, aunque uno de los santuarios que más lo ha marcado en su amplia trayectoria son los humedales de los Pantanos de Centla; incluso, de sus múltiples visitas y estancias a esta reserva natural surgió el material para su primer libro bajo el título Humedales (2019), editado por la Secretaría de Cultura.
Su trabajo con migrantes, retratando la erosión costera o derrames de petróleo, reflejan su preocupación por la afectación ambiental y las necesidades de los pueblos más rezagados en el sureste del país.
El oriundo de Pénjamo reconoce que temas tan delicados como la migración y el impacto ambiental de la actividad petrolera son los que más dificultad le han acarreado, por la peligrosidad, lo azaroso y la espontaneidad que estas situaciones pueden llegar a ser. Nunca hay control de nada. Sin embargo, se dice satisfecho de su trabajo, con orgullo expresa: “Siempre he salido con la imagen que quiero”.
“Te mueves con las personas, platicas con ellos (...) se dificulta en el aspecto de que estás en una montaña o selva, estás solo o acompañado, pero siempre estás en riesgo de que te hagan algo”, expresa.
Cuenta una anécdota de 1995, cuando comenzando su carrera como fotógrafo decidió participar en un concurso de fotografía organizado por la Conalmex Unesco. En esa ocasión, señala entre risas, lo descalificaron porque el jurado llegó a pensar que lo que Ávalos había presentado era una pintura y no una fotografía.
“Era un camino de grava blanca, los troncos estaban oscuros y la agarré a contraluz, entonces se transparentaba la sombra, parecía una pintura, pero no lo era”, explica, pero lejos de desanimarse, eso lo motivó a volver a participar el año siguiente, donde se hizo acreedor al primer lugar.
“La fotografía es un medio que te permite estar en varios lugares, es una forma de acercamiento a la gente, como en el caso de los migrantes, te permite hablar con ellos, platicar y sacar fotografías”, narra.
Para él participar en diversos premios es como autoimponerse un reto, una meta para medir sus habilidades, esta persistencia le ha permitido ser publicado en múltiples libros colectivos, pero tiene dos propios: Por los Caminos del Sur, editado por la UJAT, y Humedales.
La fotografía de la Cabeza Olmeca, anegada y protegida por costales de arena durante la inundación de 2007, dio la vuelta al mundo. Es de su autoría y es una de las imágenes que más le gustan de todo su acervo fotográfico. Esa imagen en particular fue retomada en Monterrey, Nuevo León, donde le hicieron una réplica a través de una maqueta.
'ESTOY SATISFECHO'
Sus comienzos al retratar la ciudad y sus alrededores se dieron en el periodismo, en el periódico La Verdad del Sureste; al día de hoy, ya no extraña las salas de redacción que estaban inundadas de máquinas de escribir y de redactores; ahora todo es diferente y eso lo aleja de esta disciplina, “Ya cambiaron mucho”, reflexiona.
“Creo que ya pasó mi etapa, mi etapa de estar en un diario ya culminó, ya cumplí el ciclo”.
Jaime no se imagina en otra profesión que no sea la fotografía; de hecho, confiesa, nunca llegó a ejercer su carrera de Ingeniero en Agroalimentos. Su pasión por la fotografía la atribuye a Tomás Rivas, su maestro, quien lo puso --primero-- a revelar negativos y luego a imprimir fotos.
“Toda esa alquimia que encontré con las luces, en el momento en el que exponen el papel, que se proyecta la imagen y la meten al revelador, esa parte me parecía magia, ese día me atrapó, ese día decidí que quería ser fotógrafo”, recuerda.
A pesar de su labor durante dos años capturando los avances estructurales y posterior finalización del Tren Maya, no planea por ahora algún proyecto en el que haga un compendio de esta labor. “Tal vez más adelante”. Por ahora piensa regresar a los humedales, esa experiencia retadora le continúa siendo llamativa. “También demostrarle a la gente que hay una belleza que cuidar”, manifiesta sobre su trabajo.
Tras 31 años como fotoperiodista, las dificultades han hecho a Jaime un experimentado en la materia. Para él tomar la fotografía no es difícil, lo retador es estar en los lugares desconocidos a los que lleva la profesión, de ello se desprende que cuente una de sus situaciones más añejas y complicadas.
El huracán Wilma en 2005 azotó las costas de Quintana Roo arrasando con Cancún, Playa del Carmen y las comunidades de la periferia, dejando a la población vulnerable y sin comida, la prensa también se encontraba en apuros, como no había nadie que les compartiera alimentos tuvo que aceptar jamón echado a perder para sobrevivir. “No había comida, nadie te daba nada, era lo único que había para comer en aquella ocasión”, cuenta.
Cierra la entrevista con una historia de profundo cambio en su vida, luego de que en una Bienal en la Ciudad de México, Ávalos le contó a Walter Reuters que su sueño era trabajar en la Ciudad de México. No obstante, éste en lugar de alimentar la idea de cambiarse a la capital del país, le aconsejó quedarse en su tierra, y aprovechar su talento en medio de tanto concreto.
“No, joven, allá quédese, allá va a hacer toda su fotografía”, le recomendó.
Al principio no entendía, pero le hice caso, y sí, comprendí que tenía razón”, finaliza, al tiempo que afirma sentirse satisfecho de su trayectoria como retratista del sureste mexicano.