En un eco sombrío de la tragedia que sacudió a Israel hace casi dos años, Roei Shalev, un sobreviviente del devastador festival musical Nova, donde su pareja fue brutalmente asesinada, ha muerto por suicidio. La noticia, confirmada este sábado por las autoridades israelíes, llega pocos días después del segundo aniversario de la masacre perpetrada por Hamás, reabriendo heridas que muchos creían imposibles de cicatrizar.
Shalev, quien fue herido de bala en el recinto del festival Nova, uno de los epicentros de la barbarie del 7 de octubre de 2023, cargaba con el peso de un dolor inmenso. En ese fatídico día, 378 almas fueron segadas y 44 personas secuestradas de entre los asistentes, dejando una cicatriz imborrable en la nación. Su muerte por mano propia es un desgarrador recordatorio de la profunda angustia emocional que aún atormenta a tantos sobrevivientes.
La Asociación Comunitaria de la Tribu Nova, una ONG dedicada al apoyo de las víctimas, lamentó profundamente lo ocurrido: "Trágicamente, muchos sobrevivientes continúan experimentando una profunda angustia emocional desde los sucesos del 7 de octubre". La organización hizo un llamado urgente a la sociedad: "Instamos a todos a permanecer vigilantes y profundamente sensibles a la salud mental de las personas afectadas, especialmente a los sobrevivientes y a las familias en duelo".
Este trágico suceso coincide con el inicio de una tregua entre Israel y Hamás, que contempla la liberación de 48 secuestrados, 20 de ellos aún con vida. Sin embargo, para la comunidad afectada, la esperanza de una paz duradera se ve empañada por la desgarradora realidad de que las batallas internas, invisibles y silenciosas, continúan cobrando víctimas.
Ante la inminencia del riesgo o el intento consumado de suicidio, se insta a la población a llamar al servicio de emergencias (101 en Israel). Además, existen recursos especializados como ERAN (Primeros Auxilios Emocionales) en el 1201 y SAHAR (Apoyo Emocional en Línea), disponibles para ofrecer ayuda a quienes enfrentan pensamientos suicidas y a sus seres queridos. La muerte de Roei Shalev es un lúgubre recordatorio de que la guerra no solo deja ruinas físicas, sino también cicatrices profundas en el alma que demandan atención y compasión urgentes.