En un reciente video de TikTok, Marianne Gonzaga, de 17 años, compartió su experiencia en prisión, donde estuvo recluida tras apuñalar a Valentina Gilabert, la actual pareja de su ex. Si bien la joven ha retomado su vida habitual y busca la reinserción social, la ligereza con la que narra su estancia en un Centro Especializado para Mujeres Adolescentes (CEMA) ha generado críticas y controversia.
Gonzaga describe su paso por el CEMA con un tono que minimiza la gravedad de su delito y la seriedad de su reclusión. Sus comentarios sobre la "sorpresa" de encontrar pocas internas, la disponibilidad de agua caliente o el distintivo H de higiene en la comida, denotan una falta de conciencia sobre el propósito de un centro de detención y las consecuencias de sus actos. La joven menciona aprender a limpiar y barrer "bien", como si el centro fuera una escuela de tareas domésticas, en lugar de un lugar de privación de libertad y reflexión sobre un acto de violencia grave.
Esta perspectiva superficial ha provocado indignación en redes sociales, donde muchos usuarios señalan que la narrativa de Gonzaga parece más la de unas "vacaciones" que la de una estancia en prisión por un delito grave. La memoria de Valentina Gilabert, quien luchó por su vida tras el ataque, contrasta fuertemente con la aparente normalidad y adaptación que la agresora parece haber experimentado.
Aunque es importante apoyar los procesos de reinserción social, la forma en que se aborda públicamente la experiencia de una pena por un delito violento debe ser mesurada y consciente del impacto en las víctimas y en la sociedad. La ligereza con la que Marianne Gonzaga relata su tiempo en el CEMA no solo ofende a quienes critican su caso, sino que también plantea preguntas sobre la verdadera comprensión de la joven respecto a la magnitud de sus acciones y la justicia.